Knokke es para los belgas lo que Marbella para los españoles. Municipio de Flandes Occidental, es uno de los balnearios más famosos de Bélgica y, por lo tanto, del mundo. Y con sus 12 kilómetros de playa y una reserva natural de 150 hectáreas, resulta impensable no llegarse a sentir envuelto por la belleza de tan único lugar.


Debido a su posición geográfica, sin embargo, no se puede garantizar el disfrute del buen tiempo, aunque, en mi caso, eso no ha sido impedimento para perderme en sus kilómetros de arena dorada. Muy a lo contrario, en Knokke se respira a nostalgia, a tiempos remotos… Es lugar ideal para dejarse llevar por los pensamientos e, inmersa en ellos, que la mar haga su trabajo en nuestro más interno yo.

Y caminar, caminar, dejando que el aire, no…., mejor…, el viento a mar, a salitre de mar golpee en nuestra cara hasta casi hacernos daño; y que se enrede en nuestro cabello, haciendo que cada intento por recolocarlo sea en vano;

Caminar, caminar, mientras nuestros pies se hunden entre arena y conchas de diversas formas y colores;

Caminar, caminar, y observar escenas de parejas de enamorados o caballeros a lomos de caballo a galope como alma que lo lleva el diablo;

En Knokke las horas pasan sin que casi repares de ello. Todo el tiempo es poco para dejarse perder en la lejanía de su horizonte…

A continuación, unas imágenes producto de mi reciente visita. El resto, como siempre, en posts venideros.

Un abrazo en la distancia… 


































Camiseta: Zara
Falda vaquera: Diamonds
Sombrero: Stradivarius
Bolso: Pikolinos
Zapatos: J'Samara