Escapémonos, al mar..., en ti, en mí...

Escapémonos...

Escapémonos..., allá donde nadie nos vea, donde sólo existamos tú y yo.

Donde las responsabilidades no existan, ni los horarios, ni el barullo de la ciudad con su rutina embaucadora, ni la gente o incluso el pasado.

Escapémonos...

Para amarnos y sentirnos..., y sentir como nunca lo habíamos hecho.

Sentir cómo me abrazas mientras el sol se pierde en el horizonte para buscar un nuevo mundo con otras parejas como tú y yo; que se han escapado.

Y con la fuerza de tu abrazo, sentir también protección al calor de tu cuerpo, y que tú me susurres al oído, cual niña, que todo terminó, que ya estás aquí. Y yo pedirte que me abraces más fuerte aún...

Sentir la dulzura de tus manos colocando un cabello enloquecido por la viveza del viento de la mar; y que me repitas, nuevamente, como tantas otras veces, que me veo hoy más bella que nunca, a pesar del pelo envuelto en salitre y de mis mejillas enrojecidas por el sol.

Sentir tu cuerpo, tu virilidad, tan próxima de mí; que me hace confirmar que sí, que es cierto, que ya estás aquí; y me protegerás y yo también te protegeré, de otra forma... Ya lo verás...

Te lo prometo...

Y allí, en ese instante, y mientras nos fundimos en un abrazo, sentir finalmente la ternura y luego pasión de tus besos; y tu olor, que más que tuyo es mío, todo mío. Porque, ¿sabes?...

Un día se adentró muy hondo en mí para no volver a salir. Y lo hice mío... Porque eres mío, ¿verdad?

Dime que eres mío..., como yo soy tuya.

¡Y qué importa si nos sorprende la noche allí! Estás conmigo y yo estoy contigo. Y nos hemos escapado de todo aquello...

Ven, acércate más aún...

Estréchame fuerte en tus brazos..., que el sol ya no brilla y tengo algo de frío...

Déjame ahora que, perdidos en la oscuridad y buscándonos, encontrándonos..., sienta el ir y venir del mar y tu respiración en mi oído.

Porque tu respiración me calma..., tú no sabes cuánto...