Estimados lectores, Como ya les anunciaba en mi cuenta de Instagram, recientemente hice una escapadita a Mettlach, un pintoresco pueblecito alemán, situado en el distrito Merzig-Wadern, en el estado federal de la Sarre, y a orillas del río. Mettlach es un lugar mundialmente conocido porque alberga la central de uno de los principales fabricantes del mundo de cerámica y alfarería, Villeroy& Boch.

Nada más llegar, no es difícil percatarse de la gran afluencia de visitantes que hay en la región, ya no sólo con la finalidad de visitar las instalaciones de tan conocida firma, sino para perderse en una (o en todas) de las muchas tiendasoutletbien localizadas por los amantes del mundo de la moda.

Para los pocos que aún no sepan de la existencia de la firma Villeroy& Boch y a modo de reseña histórica, se fundó en la pequeña localidad francesa de Audun le Tiche, donde François Boch creó una pequeña empresa de alfarería junto a sus tres hijos en 1748. Más tarde, la marca se trasladó a Luxemburgo, lugar en el que aún cuentan con una sede, y en 1801 la compañía se decidió por la ciudad vecina de Mettlach, Alemania. A resaltar es la fecha del 14 de abril de 1836, momento en el Jean François Boch decide fusionarse con su competidor, Nicolas Villeroy, dando así lugar a la casa Villeroy& Boch, V&B (o simplemente 'VB').


Los visitantes que lleguen a Mettlach no podrán desviar su mirada de la impresionante sede que alberga Villeroy& Boch, un antiguo monasterio benedictino del siglo XVIII. El edificio, localizado en un parque histórico junto a la orilla del río Sarre, ya es prácticamente un símbolo para la empresa y, en general, amantes del mundo de la cerámica y decoración. Año tras año, cientos de miles de visitantes quedan impresionados por la extraordinaria construcción de tal inmueble, diseño del célebre arquitecto sajón Christian Kretzschmar.

En cuento a su pasado, el fin de la vida en el monasterio tuvo lugar a finales del siglo XVIII, cuando el ejército de la revolución francesa penetró en el Sarre y los monjes tuvieron que huir. Posteriormente, en 1802, como parte de la secularización, el estado francés declaró el monasterio de su propiedad. Un año después se vendió a un fabricante de papel y a él se lo compró, en 1809, Jean François Boch, que pertenecía a la tercera generación de la familia Boch. Finalmente, éste restauró el edificio para convertirlo parcialmente en fábrica. La familia Boch habitó asimismo numerosas estancias, mientras que otras se destinaron a la administración.


En la actualidad, la antigua abadía alberga, además del departamento de administración, el Museo de Cerámica con su cafetería, que presenta un estilo similar al de la famosa lechería de Dresde, la exposición Keravision, y el Centro de información, la sala de exposiciones en torno al baño y la decoración de interiores. El antiguo edificio se ha convertido, de esta forma, en una pieza importante del turismo industrial en la región del bajo Sarre. Los eventos que se celebran en este espacio con regularidad, como las jornadas musicales de Mettlach, también atraen a más visitantes a esta tranquila localidad.

Pues bien, con estos datos en mano, decidí desplazarme hasta este bello lugar, en busca de la perfecta combinación: cultura, arte, historia, tranquilidad, armonía, naturaleza… No me disuadió de ello la niebla que reinaba en el lugar. Por el contrario, consideré que aportaba un ingrediente de misterio.

No me apetecía, esta vez, dejarme embaucar por lo que el centro outlet tenía por ofrecerme. Sabía que Mettlach era mucho más que un pueblecito perdido en medio de la nada. Y lo que en un principio comenzó como una visita a la fábrica de tan conocida firma, terminó con un agradable paseo por el parque de la antigua abadía, con su capilla única en el mundo, su lago con sus cisnes y de la mano de seres que amo. No podía pedir más.