Trier o, en español, Tréveris, es una ciudad que, ya desde los primeros pasos, enamora. Ubicada en la ribera derecha del río Mosela, Alemania, está considerada la ciudad más antigua de este gigante. Alberga, por ello, también, la universidad más antigua y una de las más reconocidas del país.
Y se siente… Sí. Se siente en las calles, en su ambiente, cargado del dinamismo y la vivacidad que los jóvenes imprimen en cada uno de sus rincones, de sus cafeterías y espacios al aire libre.
Tal vez por eso no sólo la he visitado, sino que siempre vuelvo... y regreso... Porque es un lugar vivo, cambiante, que siempre encuentra una manera de sorprendernos.
Si a esto le sumamos que, en 1986, la Unesco declaró el conjunto de «monumentos romanos, la catedral de San Pedro y la iglesia de Nuestra Señora en Tréveris» Patrimonio de la Humanidad, lograremos el combinado perfecto para un día de relax, cambio, compras, cultura…
Llamada también "la segunda Roma" por la importancia política que llegó a alcanzar en el Bajo Imperio, los vestigios romanos son muy abundantes: la Porta Nigra, el Aula Palatina (más conocida actualmente como Basílica Imperial), las termas imperiales, las del foro o Santa Bárbara, el anfiteatro y el puente romano son sus monumentos romanos dignos de mención.


Y ahí, entre restos romanos me perdí yo, sombrero y bolso en mano. Pasear por calles con encanto, ataviada de, al menos, algún complemento recientemente adquirido, es uno de lo que yo considero placeres de la vida.
En este caso, mi bolsito de ganchillo, de Zara. Tan colorido, con sus puntadas en hilo, me transporta a mi niñez, a momentos en los que absorta observaba cómo mi madre creaba objetos a los que no dudé en considerar arte. Porque así crecí yo, entre hilos, puntadas y colorido; lo que en Canarias denominamos Artesanía. Y adquirir un objeto así y poder sacarlo a pasear en mano, creo que, en cierta forma, me hacía sentir que mi madre estaba conmigo, caminando a mi lado, de mi brazo, riendo, presente compras y anécdotas varias, como tantas veces lo habíamos hecho…
Volviendo a poner los pies en la tierra y una vez producido el hallazgo, como decía, bolsito en mano, sabía que no sería tarea fácil encontrarle su lugar, su momento, su manera…, precisamente por lo del colorido y recargado de su diseño. Además, a veces toca entender que, como se afirma en moda, menos es más, y que en ocasiones puntuales es necesario dar protagonismo tan sólo a una pieza.
Es por ello que opté por un vestido básico de Benetton y medias en materiales alicrados y tonalidades grises. El must de este outfit, los complementos: gabardina azul marina, sombrero y botines granate de Promod y, como decía, como pieza protagonista, mi bolsito de ganchillo que, en tonos grises, azules, granate, mostaza…, se encargó de armonizar a la perfección el conjunto.
Sabía que viviría un día para recordar…